La vieja serrería abandonada en el este de Los Santos era un nido de víboras. El sol se ponía, tiñendo el cielo de un rojo ominoso, mientras Michael, Trevor y Franklin se acercaban sigilosamente. El plan era sencillo en su ejecución, pero complejo en su contención: entrar, rescatar a Lamar, y salir, dejando claro el mensaje a los Ballas sin incinerar el lugar ni dejar un reguero de cadáveres.
Michael conducía, sus ojos escaneando el perímetro. "Recuerden la regla: rescate. No aniquilación. Trevor, tú eres nuestra distracción principal. Vas a entrar por la puerta principal. Haz ruido. Mucho ruido. Franklin y yo entraremos por el flanco para asegurar a Lamar. Solo desactiva a los Ballas, no los elimines a menos que no haya otra opción."
Trevor sonrió, una mueca de satisfacción. "Ruido. Eso sí que sé hacerlo." Apenas Michael detuvo el coche, Trevor saltó, una escopeta recortada en mano, y cargó contra la entrada principal de la serrería, su grito de guerra resonando en el aire. "¡¿Dónde está el idiota de Lamar?! ¡Vengo por mi maldito negocio!"
El estruendo de los disparos de escopeta y los gritos de furia de Trevor atrajeron de inmediato la atención de los Ballas, que se precipitaron hacia la entrada. Michael y Franklin aprovecharon la distracción. Se deslizaron por el lado del edificio, ágiles y silenciosos. Michael, con su renovada destreza, derribó a un guardia solitario, mientras Franklin, con su velocidad felina, neutralizaba a otro.
Dentro de la serrería, la escena era caótica. Trevor se había abierto paso a través de la primera línea de Ballas, usando su fuerza bruta y su inconfundible locura para desorientarlos. No estaba matando, pero cada golpe de su puño o culata de escopeta era devastador. Los Ballas, aunque numerosos, estaban desconcertados por la pura ferocidad de Trevor.
"¡Lamar!", gritó Franklin, al ver a su primo atado a una silla en una esquina del aserradero, rodeado por otros dos Ballas.
"¡Franklin! ¡Hombre, sácame de aquí! ¡Estos tíos están locos!", balbuceó Lamar, su habitual bravuconería desaparecida.
Michael y Franklin se movieron rápidamente. Michael disparó a las piernas de uno de los Ballas con un arma no letal que había preparado, y el tipo cayó gritando. Franklin desarmó al otro, liberando a Lamar en segundos.
"¡Corran, idiotas!", rugió Michael. "¡Fuera de aquí!"
Mientras escapaban, Trevor, habiendo cumplido su papel de distracción y caos controlado, disparó un par de tiros al techo, haciendo que parte de la estructura cediera y creara un muro de escombros, bloqueando el avance de los Ballas.
Salieron de la serrería, con Lamar cojeando y quejándose, mientras Trevor se reía a carcajadas. "¡Eso fue divertido! ¡Casi los mato a todos! Pero te mantuve la palabra, Michael. Nadie muerto. Por Franklin."
Lamar miró a Michael con una mezcla de miedo y respeto. "Michael, hombre, eso fue... Eso fue una locura. ¿Dónde diablos has estado? ¡Necesitamos más de esto!"
"Lo que necesitamos es que dejes de meterte en líos, Lamar", dijo Michael, con voz severa. "Y que empieces a escuchar. Este no es el viejo juego de pandillas. Aquí operamos con cerebro, no solo con músculos. Vas a tener que aprender eso si quieres seguir vivo."
De regreso en la mansión, el agotamiento era palpable. Trevor se desplomó en el sofá, mientras Franklin intentaba calmar a Lamar, que seguía despotricando sobre su valentía y la cobardía de los Ballas. Michael se fue a duchar, sintiendo el peso de la suciedad del mundo criminal que intentaba controlar.
Más tarde, ya más fresco, Michael se sentó con Franklin. "Lamar es un lastre, Franklin. Te arrastrará hacia abajo si no lo pones en cintura. Necesitas decidir de qué lado estás: del lado del caos sin fin, o del lado de los negocios con futuro."
Franklin asintió, su rostro sombrío. "Lo sé, Michael. Es mi primo, pero... siempre está en líos. No sé qué hacer con él."
"Por ahora, asegúrate de que entienda el mensaje", dijo Michael. "Y que se mantenga alejado de los Ballas y de los negocios turbios por un tiempo. La empresa de transporte de Trevor está casi lista. Podría conseguirle un trabajo allí. Legal. Algo que le mantenga ocupado y fuera de problemas."
La idea de integrar a Lamar, por muy irritante que fuera, tenía sentido. Mantenerlo cerca era mejor que tenerlo creando problemas a sus espaldas. Además, le daría a Michael otra palanca de control.
Michael se dirigió a su oficina. Abrió su portátil y comenzó a revisar los informes de ByteWare Solutions. Los números seguían siendo positivos. Había logrado cerrar un nuevo contrato con una pequeña cadena de restaurantes para desarrollar una aplicación de pedidos. Era un progreso lento pero constante, una base sólida que estaba construyendo lejos del inframundo.
Mientras trabajaba, el teléfono de Michael vibró. Era un número desconocido. No el de Franklin, no el de Lester, no el de Trevor. Había algo en el patrón de vibración que lo hizo dudar. Lo cogió.
"¿Diga?", dijo Michael.
"Michael De Santa, ¿verdad?", una voz fría y autoritaria resonó al otro lado, sin rastro de emoción. "Soy el Agente Dave Norton. Creo que es hora de que tengamos otra pequeña charla. En persona. Te esperaré en mi oficina del FIB en el centro. Solo. Y no tardes. Tenemos muchas cosas que discutir."
Michael sintió un escalofrío que no tenía nada que ver con el frío. La llamada del FIB. El pasado había regresado, no como un fantasma del guion que él había intentado reescribir, sino como una realidad ineludible. Su vida doble, su intento de control, estaba a punto de ser puesta a prueba.