Kikai no Yong ya no era un apodo.
Era una advertencia.Un susurro repetido en pasillos, patios de entrenamiento y mercados.Una figura constante, imposible de ignorar, imposible de detener.
Durante veinticinco días consecutivos, sin fallar una sola jornada, Yong fue omnipresente.
Antes del alba, ya se le veía barriendo calles solitarias.A mediodía, reparaba techos, limpiaba canaletas o ayudaba a comerciantes a cargar sus mercancías.Por la tarde, atrapaba gatos, arreglaba cercas, retiraba escombros de las aceras.Por la noche, aún quedaban encargos: entregar paquetes, ayudar a niños perdidos a volver a casa, vigilar los bordes del distrito como un centinela silencioso.
Nunca descansaba frente a los ojos del mundo.Nunca protestaba.Nunca repetía dos veces la misma queja.
Porque nunca se quejaba.
Los comentarios, al principio burlescos, empezaron a mutar:
—¿Lo viste hoy también? —preguntaban los chuunin en los descansos.—Ese tipo… ¿alguna vez se sienta? —susurraban los genin, confundidos.—Dicen que ha hecho más misiones que tres escuadrones juntos… y sigue sonriendo.
Un niño, emocionado, regresó a casa y dijo que un "robot amable" le había encontrado su pelota.Una anciana lloró al contar que alguien había reparado su muro sin cobrarle nada.Un comerciante, con una sonrisa tensa, confesó que dejó un onigiri sobre una caja... y al rato ya no estaba.Pero nadie lo había visto tomarlo. Solo dejar una moneda exacta a cambio.
Konoha empezó a cambiar.
Las hojas del otoño ya no se acumulaban en los caminos.Los muros de piedra estaban limpios.Los gatos volvían siempre a casa.La aldea —sin saberlo— estaba en manos de una sola persona.
Gracias a él.Gracias a Kikai no Yong.
El día 26, sin ceremonia ni anuncio, Yong entró al Edificio de Misiones.Caminó como siempre, con pasos firmes y sin prisa.
En sus brazos llevaba una caja sellada.Cien informes. Perfectamente ordenados.Cada uno con nombre, fecha, lugar, tarea, resultados, evaluación de riesgos, sugerencias de mejora…Todos escritos con caligrafía impecable, seca, precisa. Sin adornos. Sin errores.
La recepcionista, al abrir la caja, no supo qué decir.Sus dedos temblaron al firmar el último sello.
Era la primera vez en décadas que alguien lograba completar cien misiones rango D sin fallar una sola.Y sin ayuda.
Yong solo inclinó la cabeza, como siempre.
—Gracias por su tiempo.
Y se fue.
Esa tarde, regresó a casa.
No había celebraciones. No esperaba aplausos.Pero él sí se había permitido un pequeño cambio:Había comprado un futón nuevo. Sencillo, pero limpio.Sus articulaciones mejoradas ya no dolían, pero su espalda agradecía la firmeza.
Calentó un ramen barato.Se sirvió agua fría.Se quitó la camisa.
Y mientras comía, en la penumbra de su hogar...el sonido familiar lo recibió.
Tiiiiin.
[MISIÓN COMPLETADA: 100/100 MISIONES DE RANGO D][RECOMPENSA: SISTEMA DE REGENERACIÓN PASIVA – NANOREPARADOR INTERNO][¿DESEA INSTALAR? Y/N]
Yong dejó los palillos a un lado.Inspiró lento. Cerró los ojos.
—Sí.
[INSTALANDO...]
Un calor interno, profundo, sutil, recorrió su cuerpo como una brisa subcutánea.Micromáquinas invisibles despertaban.Núcleos nanométricos se encendían entre músculos y vasos sanguíneos.
[INSTALACIÓN COMPLETA][EFECTO: ACTIVACIÓN DE NANORREPARADORES INTERNOS][CURACIÓN ACELERADA DE HERIDAS MENORES][REGENERACIÓN LENTA DE DAÑOS ESTRUCTURALES][SOPORTE CELULAR CONTINUO]
Yong se quedó quieto por un instante.No se sintió diferente.Pero sabía.Sabía que la próxima vez que sangrara, no sería por mucho tiempo.
—Gracias —dijo, en voz baja.
No al sistema.No a sí mismo.Tal vez al mundo.Tal vez a nada.
Se recostó en el futón nuevo. Cerró los ojos.
Y por cuarta vez en años, durmió sin peso en el pecho.
A la mañana siguiente, el sistema apareció, puntual y sereno, como siempre:
[¡BUENOS DÍAS, YONG!][NUEVA MISIÓN DISPONIBLE][OBJETIVO: COMPLETAR 10 MISIONES DE RANGO C – EN SOLITARIO][RECOMPENSA: SISTEMA REFLEXO-NEURAL – CAT VI][FUNCIÓN: RESPUESTA INSTINTIVA Y AUTODEFENSA EN COMBATE CERCANO]
Yong bebió un sorbo de té verde.Miró la notificación.
Diez misiones C.Más combate. Más peligro. Más análisis.
Y sin embargo... no sintió presión.
Solo planificación.
—Un mes y medio —susurró—. Las terminaré en cuarenta y cinco días, máximo.
Ajustó su banda ninja.Se miró al espejo.Los ojos eran los mismos.Pero detrás de ellos... algo ya no lo era.
No tenía cicatrices visibles.No tenía la fuerza bruta de un portador de bestia.No tenía doujutsus, ni jutsus prohibidos.No tenía legado.
Tenía algo distinto.Algo que nadie podía robarle.Un sistema en marcha.
Un shinobi mejorado por dentro.Una máquina viva.La leyenda urbana que había tomado forma.
Yong salió de su casa.El sol comenzaba a asomar por encima de los tejados.
Kikai no Yong caminaba hacia su siguiente misión.Y la aldea, sin saberlo, ya lo necesitaba.