Roma, Coliseo
El silencio que sucedió a la retirada de Diavolo no fue paz, sino la antesala de una tempestad cuidadosamente escrita.
Polnareff, apoyado contra un muro agrietado, se tocaba el pecho con la respiración aún alterada. Sentía la sangre correr fuerte, nueva, como si le hubiesen devuelto algo que no sabía que extrañaba: juventud, fuerza, propósito. Junto a él, Lisa Lisa inspeccionaba el perímetro, sus hilos extendiéndose invisibles por entre columnas, ventanas, grietas y sombras. Silver Threads parecía una telaraña viviente conectada al pulso mismo del ambiente.
Y al centro de ese escenario sagrado, Leo.
Con el torso descubierto, el abrigo colgando como un manto heráldico, su mirada no buscaba al enemigo; lo esperaba. Ya no se escondía. Ya no susurraba a las sombras. La ambición hervía en su pecho como magma contenido.
—Diavolo vendrá. No puede evitarlo —dijo sin volverse, su tono con la cadencia solemne de una sentencia.
Polnareff bufó.
—¿Y qué lo detendrá esta vez? Ese bastardo puede borrar el maldito tiempo…
Leo giró apenas el rostro. No sonrió. No era necesario.
—Eso funcionaba cuando nadie lo sabía. Y yo… lo he leído todo.
El Coliseo retumbó levemente. No fue un terremoto. Fue la llegada del rey.
Diavolo no caminó. Apareció. El tiempo, desde su perspectiva, se reescribió de forma perfecta. Un instante estaba en las sombras, al siguiente ya estaba detrás de Lisa Lisa, cuchilla extendida, King Crimson brillando en rojo puro.
Pero el acero no cortó carne.
Silver Threads se tensó en el aire, invisible, reaccionando como nervios alertados. Lisa Lisa giró en el último instante, impulsada por su Hamon a través de los hilos, y lanzó una ráfaga de energía que forzó a Diavolo a retroceder.
—No eres el único con instinto asesino, bastardo —escupió ella, la voz grave, firme, envenenada por el recuerdo de décadas de batallas.
Diavolo aterrizó con elegancia, pero su ceño estaba fruncido. No había previsto eso. Peor aún, King Crimson no había mostrado el resultado.
—¿Qué…?
Pero su pensamiento se detuvo cuando sintió otra presencia. Una mucho más pesada.
Leo ya estaba allí. Había atravesado el espacio con una mezcla brutal de teletransportación y manipulación narrativa. Cada paso que daba dejaba un eco, como si estuviera caminando sobre las propias reglas del mundo.
—Tu Stand es admirable, Diavolo. Pero estás jugando ajedrez con alguien que escribe los movimientos de cada pieza.
Diavolo lanzó un rugido y activó King Crimson.
El tiempo fue borrado.
El mundo se deslizó seis segundos hacia adelante.
Las acciones de todos los presentes fueron eliminadas de la realidad.
Menos las de uno.
Leo permaneció quieto.
—¿Eso era todo?
Y entonces lo golpeó.
Un solo puñetazo, reforzado con la fuerza física de Kars, el impulso de The World, y la técnica marcial del propio Jonathan Joestar, sacó a Diavolo del suelo como si fuera una hoja suelta.
Diavolo no entendía.
No, no podía.
Esa inmunidad no tenía sentido. Era imposible.
—¿Cómo te moviste en el tiempo borrado? ¡¡Eso no es posible!!
Leo caminó hacia él con lentitud, sin perderlo de vista.
—Mi existencia ya no es lineal. Cada segundo que pasa, este universo se ajusta a mí, no al revés. ¿Crees que solo tienes el poder de borrar lo que ocurre? Yo tengo el poder de reescribirlo.
The Archive Over Void Act 1 se manifestó detrás de él. Su forma, ya no completamente etérea, presentaba brazos sólidos como estatuas funerarias y un rostro cubierto por máscaras cambiantes, una para cada acto robado al destino.
Leo alzó la mano, y del aire surgió una copia perfecta de Sheer Heart Attack, la sub-habilidad de Killer Queen.
—¿Te molesta el caos? Permíteme multiplicarlo.
La bomba rodó hacia Diavolo, que intentó borrarla con King Crimson… solo para descubrir que no podía. Sheer Heart Attack no tenía calor. Estaba manipulada, modificada. Funcionaba con detección de autoridad narrativa.
Estaba buscando a Diavolo.
Lisa Lisa lanzó un látigo de Hamon puro, atravesando parte del aire borrado gracias al enlace con Leo. Polnareff, más rápido de lo que Diavolo recordaba, apareció por su flanco y arremetió con Silver Chariot, forzando a King Crimson a defender en lugar de atacar.
—¡¡¡MALDITOS!!! —gritó el jefe, retrocediendo.
Usó su salto otra vez, pero Leo lo siguió dentro del tiempo borrado. Una aberración.
No puede ser. ¡¡Él me ve!! ¡¡Él se mueve!!
Leo lo miró dentro del espacio detenido, su voz apenas un susurro en esa dimensión hueca:
—El final ya está escrito.
Y entonces, en ese mismo instante, Diavolo fue arrojado fuera del salto temporal por la fuerza del rechazo narrativo. El universo se rebelaba contra él.
En cuanto volvió al tiempo real, Leo ya lo esperaba, y con un grito inhumano, The World Over Heaven golpeó a King Crimson directamente en el pecho, dejando una fisura blanca brillante.
—¡Ahora! —ordenó Leo.
Lisa Lisa hizo girar sus hilos como una prisión viva, inmovilizando al enemigo por segundos cruciales. Polnareff arremetió con una estocada directa al hombro.
Diavolo gritó.
Leo caminó hasta él, ahora de rodillas.
—Has saltado entre minutos y muertes como si pudieras evitar tu fin, Diavolo. Pero hoy… hoy morirás en tiempo real.
Extendió la mano.
The Archive Over Void se envolvió en oscuridad.
Una vez más, el sistema habló.
Frío. Absoluto.
[Requisito cumplido: "Destrucción de una entidad con poder de salto temporal."]
[Habilidad adquirida: King Crimson – Time Erasure]
Leo cerró el puño, y con ese simple gesto, mató a Diavolo.
No quedó sangre. Solo vacío.
Un silencio antinatural que marcaba la desaparición de alguien que había sido dueño del destino… y que ahora no era ni siquiera un recuerdo.
Leo se quedó allí un momento, contemplando la nada. Lisa Lisa se le acercó, aún con el pecho agitado. Polnareff cayó de rodillas, exhausto, pero vivo.
Leo cerró los ojos.
—El rey ha muerto.
Y el Coliseo, que una vez albergó a emperadores y mártires, alzó sus piedras en silencio. Esta noche no hubo aplausos. No hubo público. Solo testigos… y un autor que acababa de escribir el capítulo final de una historia demasiado larga.