El estruendo de la explosión en Oscorp Industries resonó por toda la ciudad, un grito de agonía que Peter sintió hasta lo más profundo de sus huesos. A pesar de sus advertencias, la arrogancia de Otto Octavius había provocado la catástrofe. Peter no perdió un segundo. Su traje ya estaba bajo su ropa, y en un parpadeo, estaba balanceándose hacia el epicentro del desastre.
El cielo sobre Oscorp estaba oscurecido por el humo y las chispas. El edificio, una vez un símbolo de la ciencia de vanguardia, ahora era una masa retorcida de metal y fuego. Los gritos de la gente y las sirenas que se acercaban llenaban el aire. El corazón de Peter latía con fuerza, pero su mente estaba fría y calculada. Su prioridad: minimizar las víctimas.
Aterrizó en la calle caótica, entre escombros humeantes y vehículos volcados. La policía y los bomberos ya estaban llegando, pero la escala de la destrucción era abrumadora. El sentido arácnido de Peter estaba en overdrive, un coro constante de advertencias que le indicaban estructuras inestables, personas atrapadas y peligros inminentes.
"¡Aquí! ¡Hay gente atrapada!" Peter escuchó un grito y se lanzó hacia una sección del edificio que se había derrumbado sobre la acera. Vio a un par de empleados de Oscorp, inconscientes, atrapados bajo una losa de hormigón.
Sin dudarlo, Peter aplicó sus nuevas fuerzas. No simplemente levantó el hormigón; lo hizo con precisión, calculando el punto de palanca para evitar que se desprendieran más escombros. Con un esfuerzo gigantesco, levantó la losa lo suficiente para que un bombero, que acababa de llegar, pudiera arrastrar a las víctimas a un lugar seguro.
"¡Gracias...!" el bombero comenzó a decir, mirando asombrado la fuerza del enmascarado.
Pero Peter ya se había ido, siguiendo el zumbido de su sentido arácnido hacia la siguiente señal de peligro. Se movió con una velocidad sobrehumana, pero con una gracia que le permitía navegar por el caos sin causar más daño.
Vio a una mujer atrapada en un coche volcado, el combustible goteando peligrosamente. Con ráfagas rápidas y controladas de telaraña, Peter aseguró el tanque de combustible para detener la fuga y luego usó otra red para levantar la puerta destrozada, liberando a la mujer ilesa.
Más adentro del edificio, el fuego rugía. Peter no era inmune al calor, pero sus habilidades le permitían llegar a lugares inaccesibles para los demás. Escuchó un débil gemido desde el interior de una oficina colapsada. Usando sus lanzarredes para apuntalar estructuras inestables, se abrió paso a través de los escombros. Encontró a un joven, cubierto de polvo y aturdido, pero vivo.
"¿Estás bien?" preguntó Peter.
"¿Spider-Man?" el joven balbuceó, sus ojos muy abiertos. "Gracias a Dios..."
Peter lo ayudó a salir, guiándolo por la ruta más segura, saltando sobre escombros y telarañas. Asegurándose de entregarlo a los paramédicos antes de desvanecerse de nuevo en el humo.
En medio del pandemónium, Peter buscó a Octavius. Su sentido arácnido lo llevó hacia la sección más dañada del laboratorio. Entre los escombros humeantes, vio una figura, apenas visible, rodeada por los tentáculos mecánicos retorcidos y ahora adheridos a su cuerpo. Octavius estaba vivo, pero su mente, Peter lo supo, nunca volvería a ser la misma.
El Dr. Octopus había nacido. Peter lo había intentado. Había fallado en la prevención total, pero había tenido éxito en la mitigación. Muchas vidas se salvaron esa noche, no por suerte, sino por la intervención rápida y calculada de un Spider-Man que no solo era fuerte, sino inteligente y proactivo.